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UN TERRENO CON APELLIDO Hace más de 70 años solo existía la mesa de Ruitoque, un terreno perteneciente a Girón, en donde los cultivos eran la fuente económica de los habitantes.
REFUGIO DE MUCHOS, ESTADIA DE POCOS
Salir de casa, tomar un bus y respirar la contaminación de una ciudad colmada por el trafico, vivir una vida como Empleados, pagar costos elevados por la educación, alimentos y servicios públicos, son algunas de las razones por la que las personas de la ciudad, decidió irse a vivir a la vereda de Acapulco, un lugar apacible y tranquilo. Todo esto se debe, a que las grandes facilidades de arriendo para adquirir una parcela en Acapulco, hace que las personas decidan alojarse y disfrutar de la hermosa vida del campo. PARAISO CON DIFICULTADES
Vivir en una vereda o en el campo no es fácil para los que no están acostumbrados y menos cuando se carece de recursos como la falta de agua potable, la ausencia de seguridad y la escasez de programas de salud. Los habitantes de esta vereda deben pagar tres mil pesos por el derecho a recibir agua de una represa, de la cual sale una tubería que distribuye el liquido para cada persona, con esta agua cocinan sus alimentos, riegan sus cultivos, asean sus casas y dan de comer a los animales. En el ultimo año años, la vereda, ya cuenta con el servicio del gas natural, alejando la necesidad de la vieja tradición de cocinar con leña, o de que los usuarios, adquieran los famosos cilindros de gas. Por fortuna, para estas personas las veredas cuentan con un sistema eléctrico que provee luz a sus viviendas, además del cableado para sus líneas telefónicas. Esta tierra árida pero muy agradecida, como lo afirman las personas que viven allí, es la que provee los alimentos para consumir y distribuir. Yuca, plátano, tomate aguacate, habichuela y cítricos, son entre otros, los productos que allí se cultivan. El olor a gallinaza y a estiércol es producto inevitable de la cría de ganado y aves de corral como pollos, pavos, piscos, y patos. Aun con estos aprietos a los que se ven sometidos, los habitantes de la vereda Acapulco y Buenos Aires aseguran que no vivirían de nuevo en la ciudad. Para ellos, el simple hecho de deleitarse con el cantar de los pájaros y el tranquilo paisaje, es suficiente para estar en armonía consigo mismo.
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